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3.5.09

Edgar (cuento breve)


E d g a r



Edgar sentado, con su cara al viento, mientras el aire mueve sus cabellos, despeinando más lo despeinado, pero que importa… estar despeinado es parte de la moda, y a sus 23 años él no puede ser la excepción.

No le importa ser criticado, cada grito de su madre ha alimentado mas la idea de tener esa imagen diferente. Sin duda, fue también la razón por la que decidió ponerse ese arte en la ceja. Le costó un empujón de su padre que lo llevo al suelo… un poco de sangre, no fue tanto… solo se golpeo con la mesa de centro de la sala, nada que no se pudiera olvidar en un par de días.


El piercing de la lengua fue solo parte de la estrategia para dejar en claro que ya era mayor de edad. Claro… tenia que marcar su territorio… total, que su padre le dejara de hablar, en realidad no dolía, había sido esa la rutina de tan solo toda la vida, no se sentía la diferencia.


Sus cabellos despeinados, su cara al viento, sus ojos cerrados. En la ceja derecha una cicatriz… esa ya es de mucho tiempo atrás. Siempre fue un niño travieso, muy inquieto y además ¿Quién le mandaba juntarse con niños más grandes que él?


A los seis años corría desesperado con su carita de miedo abriendo más sus grandes ojos, tratando de escapar de la vista del señor de la casa del naranjo. Tirar naranjas a pedradas no era algo bien visto por el dueño de la casa. A sus seis años no podía correr igual que los de diez y once. En su desesperación por adelantar mas, movió sus piecitos de tal manera que se enredaron uno con otro y callo al suelo, una piedra con filo le dio en la ceja dejándole ese recuerdo. Pero ni eso le salvo de la golpiza que le propino su madre… esa solo dejo una cicatriz en su corazón. Pero los años pasan y ahora a sus veintitrés nadie lo alcanza.


En su cuello un collar de picos tal como usaba en la secundaria… cuantos recuerdos en ella. Lety, su primera novia, que pensaba seria el amor de su vida, era su refugio, en quien podía depositar todo el amor que tenia para dar… nada que un cambio de ciudad de la familia de Lety no pudiera terminar… un adiós y san se acabó.

A la profesora Ester, la única que realmente se intereso en él, le toco recibir aquel día toda la rabia y coraje de la madre de Edgar después de tocar esa puerta pretendiendo conseguir que le brindara mas atención al muchacho. Justo ese día su padre se había ido de su casa para según esto no regresar jamás, ante el hecho de sentirse descubierto en su relación amorosa con la amiga de su madre. Una más de tantas separaciones y pleitos.

Edgar, todo un hombre de cabellos despeinados vestido de negro, tras esa imagen de hombre rudo, agresivo y malo; es solo un niño con el corazón en la mano deseando que en verdad que alguien lo quiera.


Amigos… las marcas en sus brazos han sido la ayuda que sus amigos pudieron brindarle. Desde muy chico la curiosidad y soledad habían sido fuertes incentivos para atreverse a volar. Ahora, era difícil detener el vuelo… sus alas no sabían como parar, lo hacían sentirse grande, fuerte, le daban la libertad que siempre quería, lo hacían sentirse sin ataduras.


Como hace un momento, cuando al abrir la puerta de su casa encontró a su madre en el suelo con ojos de miedo gritando por ayuda. Con sus manos se cubría la cabeza mientras recibía fuertes patadas del padre de Edgar. Todo parecía correr en cámara lenta…los ojos de su madre se clavaban en el implorando ayuda…su padre hablaba, gritaba cosas… solo se observaba el movimiento de sus labios, los gestos, las patadas…las voces eran in entendibles.


Edgar, en un esfuerzo por entender que hacer, con sus ojos desorbitados, solo pensaba en ayudar a su madre… él podía hacerlo, él era poderoso.

En un abrir y cerrar de ojos su madre lo golpeaba a él por la espalda, él se levantaba del suelo intentando regresar a la realidad. Al abrir la puerta que da a la calle, se topó con las caras de algunos vecinos curiosos, se alejo...


El aire mueve su cabello, lo despeina, su cara al viento… sus ojos cerrados, húmedos, lagrimas brotan en el silencio. Sentado sobre el barandal del puente, sus manos manchadas de sangre, veintitrés años…abre sus ojos, su respiración se intensifica, cada vez respira mas profundo. Toma aire, un fuerte grito de su garganta desgarra al viento, al mismo tiempo que impulsa su cuerpo al frente… su cuerpo desaparece; Edgar… ha dejado de volar…


Martín Rodríguez


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