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28.6.10

Hojita / Cuento infantil



Había una vez un árbol sin hojas, acababa de pasar el invierno y era casi tiempo de la primavera, pronto le nacerían hojas nuevas. La primavera llegó, comenzaron los primeros brotes y fue cuando nació Hojita.

Hojita era una hoja muy bien hecha, delgada, con su línea central bien derechita y un color muy firme. Ella se sentía muy bien, tan bien que se sentía superior a las demás. Le molestaba estar rodeada de otras hojas, no le gustaba tener tanta compañía, quería sentirse más independiente. Las hojas jugaban y cantaban con el aire, pero a ella le molestaba tanto que prefería estar seca en el piso que verde en el árbol. Pasó el verano y Hojita tuvo que soportar estar ahí. No le hablaba a nadie.

Llegó el otoño, el viento comenzó a soplar fuerte, tan fuerte que hojita aprovechó la oportunidad para desprenderse del árbol. Se dejó llevar por la corriente y voló y voló hasta que cayó en un jardín. Ahora Hojita estaba en un lugar diferente, estaba en el pasto. Pero tampoco le gustó el pasto. Se sentía muy incomoda con esos larguchos mal cortados, no podía rebajarse a tanto. Además no podía ver las cosas desde lo alto como cuando estaba en el árbol.

Vino entonces un pajarito, la tomó con el pico y la llevó a su nido para que fuera parte de el. Pero que molesto resultaba ser para Hojita el estar amontonada con otras hojas y hierba. Además habían ahí unos escandalosos y feos pajaritos, no podía soportar más su presencia. Para fortuna de ella, estaba mal acomodada, así que bastó con un movimiento de un pájaro para que esta cayera…

Ahora se encontraba e el suelo, solo unas piedras eran su compañía. Pero… ¿cómo podía Hojita hablar con unas piedras sucias y oscuras? Eso jamás… ella debía cuidar su imagen, por lo que decidió ser cortante con ellas. Una hormiga vino entonces y tomándola por el tallo se la llevó rumbo a su casa. Pero a Hojita no le gustaba que la cargaran, en todo el camino solo se dirigía a la hormiga para decirle que la soltara ¡ya! De pronto sin saber porque, la hormiguita la soltó y se marchó corriendo, Hojita no entendía porque la habían soltado, pero se alegró que la dejaran en paz.

A los pocos minutos comienza a caer un aguacero. Hojita no se había dado cuenta que estaba en el cause de un río, el agua comenzó a correr y elevarse. Hojita flotaba y fue llevada por la corriente que se la traslado muy lejos. Recorrió tanto que llegó hasta el mar.

Una vez en el mar las olas querían jugar con ella. Pero tampoco le cayeron bien, le molestaba que la movieran de un lugar a otro. Los peces se le acercaban para platicar con ella, pero ella no quería hablar con ellos. Una gaviota vino de pronto y tomándola con sus patas se la llevó volando hasta las nubes.

Allá desde lo alto todo se observaba, Hojita sentía que por fin estaba en el lugar que debía estar, nadie la molestaba cantando, bailando o queriendo platicar con ella, estaba por encima de todos. Entonces le habló a la gaviota para contarle lo feliz que se sentía, pero esta estaba tan concentrada en su vuelo que ni siquiera se dio cuenta que le hablaba. Hojita siguió insistiendo pero fue inútil. Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba sola, que cuando parecía tenerlo todo, no tenia con quien compartirlo y entonces se puso triste…

Hojita siguió observando y miró a las olas del mar jugando entre ellas con los peces, las hormigas en el camino cantando mientras marchaban juntas, las piedras sucias y oscuras felices, los polluelos jugando a volar, el pasto bailando con el viento, pero ella estaba sola… De pronto la gaviota soltó a la hoja y esta se deslizó flotando por el cielo, Hojita estaba tan triste que solo cerro los ojos…

Cuando Hojita abrió de nuevo los ojos miró que habían muchas hojas secas a su derredor, todas le sonreían, miró hacia arriba y vio un gran árbol, ¡era el árbol en donde ella había nacido! Ahora ya no estaba verde en el árbol, sino seca y en el suelo, pero se sintió de pronto feliz, pues ahora tendría la oportunidad de comenzar a tener amigas, ahora todo dependía de ella para no estar sola y compartir con alguien el maravilloso privilegio que tenia de ser una pequeña hoja.

Martín Rodríguez.

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